Su majestad el Roscón de Reyes

Una vez superados los menús de Navidad y la comilona de Año Nuevo, queda aún el postre gastronómico de las fiestas: el Roscón de Reyes; un dulce del que se venden unos 30 millones de unidades en todo el país y cuya versatilidad permite elaborar auténticas obras de arte comestibles.


Este rico dulce, el Roscón de Reyes, se convierte en el protagonista indiscutible de la sobremesa cada 6 de enero (en algunos hogares se tiene la costumbre de comerlo el día 5 por la tarde, en la víspera del día de Reyes), nada tiene que ver en sus orígenes con el nacimiento de Jesús y la llegada de los Reyes Magos al Portal de Belén.

Para encontrar su verdadero origen hemos de viajar hasta el siglo II a.C., en el que a mediados del mes de diciembre, tras la finalización de los trabajos en el campo y a lo largo de una semana, se realizaban unas celebraciones paganas conocidas como ‘las Saturnales’ (como homenaje a Saturno,  dios de la agricultura y las cosechas) en las que se festejaba la finalización del periodo más oscuro del año y el inicio de la luz. Un periodo de fiesta y jolgorio en el que los esclavos estaban excusados de cualquier trabajo y podían pasar esos días de una manera divertida y licenciosa.  Entre las muchas viandas que se preparaban para tal celebración se realizaba una torta a base de miel y en la que se le introducía algunos frutos secos, dátiles e higos. Este postre se convirtió en uno de los más populares durante la celebración de la ‘fiesta de los esclavos’, como también era conocido dicho festejo. Ya en el siglo III, en el interior del dulce se introducía un haba seca, y el afortunado al que le tocaba era nombrado rey de reyes durante un corto periodo de tiempo establecido de antemano.  Desde los romanos existían juegos del haba en la península ibérica. ya que ésta se consideraba un símbolo próspero y de fertilidad, por lo que a aquel que se encontraba en su porción de torta con esta legumbre se le auguraba prosperidad durante el resto de año.

Los obradores de casi todas las panaderías están a pleno pulmón con la elaboración de un producto que cada día gana más adeptos.

Aunque la tradición de comer el roscón y todo lo que conllevaba ya era conocida en España, Felipe V trajo la nueva modalidad de introducir una moneda como premio (que con los años se cambió por una figurita de cerámica) a la vez que el haba en el postre se había convertido en un símbolo negativo.

Algunas fuentes apuntan que, durante un tiempo, la costumbre de introducir un haba desapareció, volviendo a reaparecer a mediados del siglo XIX, siendo escogida la tradicional fecha del día de Reyes para ser degustado y creando alrededor de este riquísimo dulce toda una parafernalia en la que el afortunado al que le salía la figurita era coronado como el ‘rey de la fiesta’ y al que le salía el haba debía pagar el postre, a la vez de ser nombrado por todos como el ‘tonto del haba’.

Los obradores de casi todas las panaderías están a pleno pulmón con la elaboración de un producto que cada día gana más adeptos.

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