Las torrijas del Museo del Jamón, tan buenas que están todo el año en carta

Elaboradas por su maestro pastelero, con más de treinta años de experiencia, las torrijas del Museo del Jamón se han convertido en un indispensable que, además de degustar en mesa, está a la venta para llevar a casa en todas sus tiendas. 


¿Sabías que el Museo del Jamón tiene su propio obrador? Famoso por sus bocadillos, este emblemático establecimiento de la capital va más allá de su conocida charcutería, ya que tiene un equipo panadero y de pastelería. Desde ahí, salen cada mañana el pan recién hecho, además de diferentes productos de pastelería y bollería, hacia las tiendas más céntricas. Y si de algún producto puede presumir es de sus torrijas, pero no sólo ahora que llega la Semana Santa, sino que están tan buenas que han decidido meterlas directamente en carta en sala durante todo el año, ante la petición de sus clientes.

¿Cuál es su secreto? Eugenio Villegas, su maestro pastelero, con más de treinta años en la profesión y dos décadas en este negocio madrileño, nos lo descubre. Radica en el propio pan, elaborado en la casa, y en el equilibrio que consiguen entre la jugosidad y estar perfectamente dorada. “Para ello utilizamos pan candeal, en nuestro caso el del obrador y mejor si es del día anterior, preferiblemente un poco duro. Esto permite que absorba bien la leche sin deshacerse. La leche la calentamos a fuego medio, azúcar al gusto, canela en rama y miel. Después, agregamos la cáscara de naranja para darle un aroma adicional. El truco está en dejar que la leche infusionada se caliente pero sin llegar a hervir… y en la mano del cocinero, claro. Las regamos con almíbar”, cuenta Eugenio. 

El obrador del Museo del Jamón surgió de la necesidad de ofrecer a los ciudadanos un pan de calidad hecho en la propia ciudad. En la actualidad, salen de allí cada día panes que acaban en los hogares de los madrileños. De aquí la idea de añadir productos pasteleros como sus torrijas.

Related posts