Artesanía Alimentaria, en peligro de extinción 

Un popurrí de diferentes legislaciones autonómicas y en algunos casos, los más, ausencia de estas, hace que una panadería, por ejemplo, pueda llamarse artesana en Galicia y en Castilla la Mancha no. 


 CARLOS MORENO 
 Gerente de Dspelta Harinas Ecológicas 


El artículo 130.1 de la constitución dicta que “los poderes públicos atenderán a la modernización y desarrollo de todos los sectores económicos y, en particular, de la agricultura, de la ganadería, de la pesca y de la artesanía, a fin de equiparar el nivel de vida de todos los españoles” La artesanía de forma general empezó a regularse por parte del estado español en el año 1982 en RD 1520/1982, y su matiz general para todos los tipos de posibles actividades artesanales es que la “intervención personal constituye un factor predominante, obteniéndose un resultado final individualizado que no se acomoda a la producción industrial, totalmente mecanizada o en grandes series” y podemos definir artesanía alimentaria como “la actividad de elaboración, manipulación y transformación de alimentos que, cumpliendo los requisitos que establece la normativa general correspondiente que garantizan al consumidor un producto final individualizado y con características diferenciales, obtenido gracias a las pequeñas producciones controladas por la intervención personal de la persona artesana” (Fundación de la Industria de Alimentación y Bebidas, 2008). 

Pero son las comunidades autónomas las que tienen las competencias en el desarrollo de los sistemas de control de la artesanía alimentaria. Y hoy solo hay reglamentación específica en Castilla y León, Andalucía, Cataluña, La Rioja, País Vasco, Galicia, Navarra, Aragón y Asturias, por lo que prácticamente en la mitad del territorio nacional, a efectos legales, no existe “lo artesano” en lo que a alimentación se refiere. Y en donde sí existe, resulta que las condiciones y requisitos son dispares y por lo tanto lo que se considera artesano en el País Vacos puede que en Andalucía no. 

El primer problema se identifica con la falta de un criterio único a nivel nacional que aglutine por sectores la condición de Artesanía Alimentaria y de esta forma, consigamos no confundir al consumidor para que identifique nuestros productos como únicos y diferentes de los industriales, pues como todos conocemos hay casos sangrantes donde se utiliza la palabra ¨Artesano¨ en panes, eso sí, precedida de la palabra “estilo” en pequeñito. Si las pequeñas empresas artesanas agroalimentarias no tenemos factores diferenciales a la hora de competir en el mercado y no podemos utilizar esta denominación, pues como digo en la mitad del país no es legal hacerlo, ¿cómo podemos contarle al consumidor lo que hacemos sin incurrir en una sanción económica por fraude en nuestro etiquetado, denominación de producto, packaging o nombre de nuestro establecimiento? 

 “Hace falta una legislación única y a nivel nacional en materia de artesanía alimentaria”. 

Pero los problemas no acabarían con una legislación común en esta materia concreta, sino que tenemos diecisiete realidades en cuanto a productos de calidad diferenciada con canales cortos de comercialización, venta directa, sellos de calidad alimentaria, producción ecológica e integrada, harinas limpias (por cierto, que es esto!) amén de montones de regulaciones de calidad de ámbito nacional que generando una carga administrativa difícil de gestionar y que unido a la normativa higiénico sanitaria de seguridad agroalimentaria (producir alimentos seguros y salubres no lo estoy cuestionando), hacen que el día a día en nuestros trabajos artesanos sean complejos y estemos siempre a falta de “algún papel”. 

Todavía no había mencionado la normativa europea, pero como os podéis imaginar y teniendo como marco de referencia la estrategia “de la granja a la mesa” hay mucha en favor de la artesanía agroalimentaria y en concreto en el Reglamento CE 178/2002 que contempla la FLEXIBILIZACIÓN en su aplicación, entre otras cosas para evitar cargas excesivas para empresas muy pequeñas. 

Pero si creemos que es necesario que los pequeños productores artesanos de alimentos existan y que puedan competir en el mercado, debemos de poder diferenciarnos de una manera clara frente a lo industrial y que el consumidor pueda reconocernos con facilidad. Hace falta una legislación única y a nivel nacional en materia de artesanía alimentaria que deje claro que una panadería, un molino, una quesería, es artesanal de norte a sur de este a oeste. Pues puede, que sin haber nacido como especie estamos en peligro de extinción y que los únicos que están sacando partido del concepto en sus relatos publicitarios sean los de siempre, la industria. 

Related posts